Estoy toda esta semana en Bruselas dando unas clases. Siempre he sido de viajar con muy poco equipaje. No se necesitan más de 55 x 35 x 20 centímetros para pasar una semana entera fuera de casa, y eso que mi ropa no es precisamente pequeña. Ni mochilas añadidas, ni nada: una maleta de cabina.
Cuentan que un turista llegó a El Cairo buscando a un reconocido maestro. Al llegar a su casa se sorprendió al ver que en ella había tan solo una cama y una mesa.
– ¿Dónde están tus muebles?- preguntó el viajero.
El maestro respondió:
– ¿Y los tuyos?
El turista, confiado le dijo:
– ¿Los míos? ¡Yo estoy aquí sólo de paso!
– Como yo- replicó el sabio.
Nos incomoda pensar que lo que empieza acaba, y que la vida, aunque pueda llegar a ser larga, no es más que un préstamo. Estamos de paso, pero nos cargamos de cosas pensando –quizá- que con ello nos sentiremos más anclados al suelo, y que no nos iremos de aquí. Quizá por ello llenamos nuestras casas de cosas que no utilizamos, cargamos nuestra mente de recuerdos inservibles, de vivencias innecesarias, de quejas sin sentido, de rencores dolorosos y de perdones pendientes.
Quizá este fin de semana sea un buen momento para que revises tu equipaje. ¿Seguro que tienes que llevar encima tantas cosas?