Un año más, el sábado pasado hicimos la Javierada: caminar los 55 kilómetros que separan Pamplona del Castillo de Javier. Uno de mis compañeros de peregrinación llevaba unas curiosas gafas deportivas –de color amarillo- que decía que daban más luz en los momentos de oscuridad (empezamos a caminar todavía de noche) y que protegían más del sol cuando este iluminaba los valles que atravesamos.
¡Qué importante es llevar siempre las gafas adecuadas! Unas de las que deberíamos ponernos con mucha más frecuencia son las gafas del prójimo. Los defectos ajenos no nos llamarían tanto la atención si nos paráramos a examinar los nuestros. Si nos miramos a nosotros mismos como lo hacen los demás es posible que no demos crédito.
Pocas veces medimos los defectos ajenos y los propios con el mismo rasero, ni los sopesamos en la misma balanza. Colocamos delante de nosotros el cesto con los fallos de los demás para verlos bien, y en nuestra espalda, lejos de nuestra vista, la mochila con los nuestros. Tenemos tendencia a exagerar las faltas de los demás, especialmente de aquellos que nos caen mal o generan antipatía.
¿Por qué no te propones esta semana evitar criticar a otros? Si cuando acusamos a alguien de sus defectos reconociéramos también sus virtudes, posiblemente todo el mundo sería de nuestro agrado. Estos días, en lugar de fijarte en lo malo que hay en el mundo, ponte las gafas de ver lo bueno y foméntalo. Así vivirás feliz e irradiarás felicidad a tu alrededor.