La primera semana del año siempre está marcada por dos cosas: los buenos propósitos planteados para los próximos 365 días y los regalos que los Reyes Magos hayan tenido a bien traernos. A mí este año Sus Majestades de Oriente me han traído –entre otras cosas- unas zapatillas. Al hilo de ello, y por si acaso no te has marcado ningún buen propósito, me acordé de la siguiente historia.
En la antigua Roma había un senador de nombre Casio. Casio acababa de separarse de su esposa Elena, una de las mujeres más bellas de Roma y poseedora de una inmensa fortuna. Nadie en la ciudad entendía la torpeza del senador de haber abandonado a la mujer por la que tantos romanos suspiraban.
Paseando un día por el centro de la ciudad, en una pequeña plaza, Casio se encontró con tres senadores de los que más duramente le criticaban.
– ¿De qué hablabais, amigos?
– Estábamos pensando por qué alguien tan inteligente como tú ha podido dejar a una mujer tan hermosa como Elena.
En ese momento Casio se agachó y se quitó una sandalia entregándosela a uno de los senadores. “Dime, ¿qué te parece?”, le dijo.
– La piel es magnífica, de una suavidad extraordinaria. Su hebilla de oro está trabajada con esmero y perfección. Diría que es la más bella sandalia que se puede conseguir en todo el Imperio Romano.
– Así es – replicó Casio-. Pero, ¿podrías decirme en qué punto exacto me molesta al andar?
Da la sensación de que aquella sandalia aparentemente tan perfecta no era demasiado cómoda para andar. Tal vez Casio trataba de hacer entender a los senadores que convivir con Elena era mucho más complicado de lo que ellos se imaginaban.
Vivimos en un mundo en el que el juicio fácil está a la orden del día. Nuestras vivencias y experiencias muchas veces nos confunden y acabamos olvidando la empatía y la compasión. Nos dejamos llevar por las apariencias que no tienen nada que ver con lo que existe en lo más profundo y vital… Y así nos va…
Empatizar con alguien no implica para nada estar de acuerdo con lo que esa persona siente o con lo que hace. Por eso, si aún te queda un hueco en la lista de buenos propósitos, inclúyela.
No olvides que la empatía no es lo mismo que la simpatía.