Nos ha llegado la tormenta. Lo que en mi último correo parecían unas nubes negras complicadas que se acercaban demasiado hacia nosotros, han terminado situándose sobre nuestras cabezas y ha comenzado la lluvia, los rayos y los truenos. Espero que este correo te encuentre a ti y a los tuyos a refugio de todo esto.
Son días complejos en los que resulta difícil mantener la serenidad y la vista en el futuro sin dejar de disfrutar del presente. La incertidumbre, cuando no el dolor o la muerte, se cierne sobre todo. Son días de conversaciones intensas con los que tienes cerca, o gracias a la tecnología, con los que tienes más lejos.
Dos cosas me quedo de algunas de ellas, que quiero compartir contigo porque pueden ayudarnos a vivir algo mejor estos tiempos inciertos:
1. Me contaba Elena que a finales del año pasado terminó el Camino de Santiago. Mientras subía el Monte del Gozo, a menos de 12 kilómetros de la Catedral compostelana, se sintió mal. Sus compañeros de peregrinación no lo advirtieron y siguieron avanzando. Ella se quedó atrás. Otro peregrino le alcanzó, le sonrió y le rebasó. Aún no lo había perdido de vista cuando este decidió sentarse a descansar bajo un enorme eucalipto. Cuando ella llegó a su altura abandonó el camino y se sentó junto a él. Y lloró. Lloró de dolor y de impotencia, pues temía no poder llegar a la meta estando tan cerca. Su recién conocido compañero sacó una barrita energética y un zumo y se lo ofreció. Ella se tranquilizó un poco. Otro peregrino que pasó por allí se ofreció a llevarle la mochila hasta la ciudad. Y otro más le ofreció un antinflamatorio para calmar el dolor y poder continuar.
Muchas veces la vida nos lleva al límite, y muchas más te das cuenta, con sorpresa, que pronto aparecen un montón de cosas buenas y positivas que te ayudan. No es que nos rindamos, ni dejemos de luchar, sino que a veces, tensar tanto la cuerda no es posible, ni bueno. Y entonces aparece la barrita energética y el zumo; cuando pensábamos que todo estaba perdido. Cuando nos abandonamos y dejamos ir las cosas, la vida responde.
Es lo que en todas las religiones se llama el abandono. Unos se abandonan en Dios, otros en la vida, otros en la naturaleza. Relajarse en la existencia, lleve donde lleve. No intentar controlar el futuro, no intentar controlar las consecuencias, sino permitir que ocurran…, sin pensar en ellas siquiera. El abandono ocurre en el presente; las consecuencias vendrán mañana. Y abandonarse acaba siendo una experiencia deliciosa, una relajación total, una profunda sincronicidad con la existencia. Son tiempos para ejercitarlo, para imaginarte fluyendo con un río, despreocupado de a dónde te dirige, sin angustia, sin ansiedad, porque estás seguro que cualquier cosa que pase, será buena.
2. Eduardo me cuenta que quince días antes de este “tsunami” le despidieron de su trabajo, después de veinte años en la compañía. Cuando todavía no se había repuesto del golpe, llega esto…
A veces es difícil ver las cosas positivas en medio de la oscuridad. Y podemos pensar que el río se va a transformar en un enorme remolino que nos engullirá. Pero cuesta lo mismo pensar que el río desembocará suavemente en el mar junto a una playa de finas arenas blancas y exuberante vegetación.
Había un pájaro que se refugiaba a diario en las ramas secas de un árbol que se alzaba en medio de una inmensa llanura desértica. Un día, una ráfaga de viento arrancó de raíz el árbol, obligando al pobre pájaro a volar cien millas en busca de un nuevo refugio… hasta que, al fin, llegó a un bosque de árboles cargados de frutas. Si el árbol seco se hubiera mantenido en pie nada hubiera inducido al pájaro a renunciar a su seguridad y echarse a volar.
Por eso, las calamidades pueden ser causa de crecimiento y mejora.
¡Que pases lo mejor posible estos días de confinamiento, y si crees que no sabes cómo empezar a ser feliz, mira a los que tienes al lado, porque por ahí, encontrarás el camino…! Y no te olvides cada día de celebrar un poco que falta menos para volver a la normalidad