La semana pasada tuve la oportunidad de compartir cartel en un programa de formación con dos grandes de esto como Miguel Angel Ariño y José Ballesteros. En su intervención José dijo una frase que me llegó muy hondo:
“La felicidad es un asunto del ser, nunca del tener”.
Eso me hizo acordarme de esta historia:
Cuentan que un hombre fue a visitar a un maestro apesadumbrado por no encontrar la felicidad con el paso de los años. “Algo está fallando en mí porque siento tristeza y amargura. A veces siento algo de contento y satisfacción, pero la dicha suele ser preludio de la desdicha”, le dijo.
El maestro le contestó: “Así es la vida, amigo. Hazme un favor: prepara un tazón de leche con chocolate y dáselo a un enfermo grave, y luego vuelve a mi lado a contarme”.
Así lo hizo el discípulo y al dárselo a probar, el enfermo hizo una mueca de desgana y asco. “Cuando uno está enfermo hasta lo más dulce sabe amargo” le explicó el maestro.
Por esto la felicidad no es una experiencia, sino un estado. No es una meta, sino que es el aquí y el ahora. No es algo a alcanzar, porque lo que se adquiere se pierde… Es una semilla que crece dentro de nosotros si la dejamos germinar pero somos demasiado amigos de engañarnos y enredarnos en lo aparente y separarnos de lo esencial; de generar equívocos, tensiones y conflictos sin fin.
La dicha, el sosiego y la felicidad debemos buscarla dentro de nosotros. Eso no impide que no luchemos por mejorar nuestras condiciones de vida materiales. El mundo nos ofrecerá placer y dolor, diversión y tedio, pero todo ello es efímero, y de lo efímero no puede brotar la felicidad.
¡Mira a tu interior, y encuéntrala!