Espero que el año 2020 haya empezado con buen pie para ti, y que en Navidad hayas conseguido descansar y disfrutar de la gente que tienes más cerca y que a veces es la que más olvidada tenemos.
Aprovechando los días de descanso y el buen tiempo que ha hecho, he conseguido salir al monte todo lo que quería. En una de las excursiones me acompañó un amigo, experimentado montañero, que ha subido, entre otros, el Mont Blanc. Me decía que la montaña es el mejor medio para conocer a los demás (su carisma, su capacidad de liderazgo, de sufrimiento, de control, de motivación…) y para conocerse a uno mismo. Muchos de los cursos que imparto cada año tienen que ver con eso: con descubrir cuáles son tus principales fortalezas y cuáles son tus áreas de mejora. Así que le conté esta historia que alguien me contó alguna vez:
El propietario de una pequeña granja ubicada en las montañas bajó un día a la aldea a vender legumbres, huevos, pollos y conejos. Con lo que le dieran, compraría aceite, telas y algunas herramientas de labranza. Antes del mediodía ya había terminado sus encargos y tenía el carro lleno de provisiones para volver a casa. Como le sobraba algo de dinero decidió comprarle un regalo a su esposa. Se acercó a un vidriero y le compró un espejo. “Esto le gustará, pues nunca ha visto uno”, se dijo el campesino.
Cuando llegó de vuelta a la granja, descargó el carro y colgó el espejo en el dormitorio del matrimonio para darle una sorpresa a su esposa. Y lo consiguió. Cuando esta subió a la habitación bajó horrorizada y le dijo a su madre:
– Mi marido ha traído del mercado a una mujer y la ha metido en nuestra habitación.
La madre subió corriendo extrañada por lo que decía su hija y al momento bajó tranquilizándola:
– No te preocupes, es una mujer muy vieja.
Ambas mujeres se conocían a sí mismas, pero nunca se habían visto reflejadas en un espejo. No sabían lo que era un espejo. Por eso no podían sospechar que eran ellas mismas las que creaban la imagen.
Y es que enfrentarse uno mismo al espejo siempre es interesante, porque nos permite descubrir algunos rasgos que quizá los demás tampoco puedan ver en nosotros. Aunque claro, hay que atreverse, y muchas veces cuando nos miramos no nos gusta lo que vemos. Pero ahí, precisamente ahí, está lo mejor: ya sabemos por dónde empezar a mejorar.
¡Atrévete a mirarte mucho al espejo este nuevo año!