Esta Semana Santa hemos puesto orden en casa. Mi esposa llevaba tiempo queriéndole dar una vuelta al salón y aprovechamos las vacaciones para ello. Sacando cosas de armarios y cajones encontramos un bumerán que unos cuñados nos trajeron, como recuerdo, hace quince años de su viaje de novios por Australia.
Generalmente se suele pensar que el bumerán vuelve a las manos del cazador después de dar un formidable giro por el aire. Sin embargo el pequeño folleto que acompañaba el recuerdo turístico, explicaba que no. Que el bumerán sólo vuelve al cazador cuando no ha alcanzado a la presa. Si en su rápido vuelo golpea a un animal, cae al suelo junto con este.
Y esto me recordó a lo que nos pasa a nosotros con la mejora personal, con la mejora profesional o con el sentido de nuestra vida. Lanzamos nuestro bumerán pensando en alcanzar ese objetivo, pero fallamos y no llegamos a darle, y el bumerán vuelve a nuestra mano. Como dice Viktor Frankl el hombre sólo vuelve a sí mismo, a ocuparse de sí mismo, después de fallar su misión, tras fracasar en la búsqueda de sentido en su vida.
Pero no queda otra. Hay que seguir lanzando el bumerán. Una y otra vez. Hasta que no vuelva. Ese día, te darás cuenta que has perdido un trozo de madera, pero que la ganancia conseguida es infinitamente mayor.
Si tienes el bumerán en tu mano, lánzalo ahora mismo.