Estoy a punto de salir de vacaciones. Aún me queda algo de trabajo la próxima semana, pero agosto está a la vuelta de la esquina. Seguro que a ti te pasa algo parecido.
Las vacaciones de verano son buenas para uno mismo, pero también para los que nos rodean. Nuestra familia y nuestros amigos necesitan recuperar la presencia que el exceso de trabajo, responsabilidades y compromisos nos resta durante el curso. Por eso es importante vaciarse cuanto antes de todas las cosas que nos impidan rellenar el depósito de tiempo con la gente que queremos y nos importa.
Un mentor pidió a sus discípulos que al día siguiente llevaran a clase un vaso lleno de agua. “Queridos todos –les dijo- ardo en deseos de escuchar la música de vuestros vasos; golpeadlos con cualquier objeto para hacerlos sonar”.
Los discípulos obedecieron y golpearon sus vasos con lapiceros, bolígrafos, palitos… pero era difícil arrancar sonidos y menos musicales. Después de un rato, les dijo:
“Sacad agua de vuestros vasos e intentad hacerlos sonar ahora”.
Vaciados los vasos, los discípulos consiguieron que emitieran sonidos vivos y musicales.
Un vaso lleno no suena. Por eso es necesario, cuando empecemos nuestro descanso, vaciarnos de preocupaciones, obsesiones, tendencias… para que brote en nosotros la paz, la claridad, la quietud, el contento, la sabiduría, la alegría… Conseguiremos así ese espacio de quietud que nos hará disfrutar al máximo de estos días, y permitiremos que suene vibrante la voz de nuestros interior que nos anima y que los nuestros están deseando sentir.
Disfruta del descanso.
¡Nos leemos en septiembre!