Se ha publicado esta semana en la prensa española la siguiente noticia: “El 89% de los usuarios españoles de Twitter usa la red social mientras ve la televisión como segunda pantalla”. Soy usuario –no mucho- de tuiter, pero no de la tele, así que nunca he experimentado esa sensación.
Pero la verdad es que cada vez vivimos más a medias. No vivimos del todo. No entramos del todo en cada situación y no salimos del todo de ninguna. Siempre a medias, siempre cabalgando entre dos momentos, divididos entre dos cosas. Momentos grandes o pequeños, acontecimientos de importancia o situaciones mínimas, crisis de la vida o rutinas diarias: todo a medias. Un pie en una orilla y otro en otra.
Desayunamos leyendo las noticias en el móvil, cenamos viendo la tele, conducimos aprendiendo inglés, paseamos hablando por el móvil, trabajamos pensando en casa, estamos en casa pensando en el trabajo, contestamos sin escuchar, hablamos a uno mirando a otro… Siempre aquí y allá. Sin acabar de salir ni de entrar.
Así pasamos sin acabar de pasar por cada situación, por cada vivencia, por cada momento del día y de la vida. No es extraño que al final, antes de dormirnos nos quede el sabor dudoso de hacerlo todo a medias, de no entregarnos del todo a nada, de no vivir la vida en plenitud, porque no somos capaces de vivir cada situación en su totalidad.
¿Recuerdas algo que hayas hecho del todo, completamente? ¿Estás leyendo este texto? Pues léelo de veras. Lee, disfruta el momento, siéntelo, vívelo. Saluda a las palabras que entran en tu mente, disfruta del brillo de la pantalla, del regusto de los recuerdos que estas letras te evocan. Y cuando termines, que lo hayas leído por completo. Si no, el texto te perseguirá, será tu sombra, te acosará todo el día hasta que lo concluyas.
Sólo cuando termines de verdad, la mente se quedará tranquila y contenta. Y sólo entonces podrás pasar al momento siguiente.
Aprende a vivir bien. Aprende a vivir del todo.