El jueves pasado volé de Barcelona a Bilbao a primera hora de la noche. Como en estas latitudes ahora el día es muy largo, y volábamos hacia el Oeste, todo el viaje fue prácticamente un permanente ocaso. Aunque suelo viajar en asiento de pasillo, al ir libres las butacas contiguas y ver la rojiza luz por la ventanilla me acerqué hasta allí a disfrutar del espectáculo.
La verdad es que era una maravilla. Aunque despegamos hacia el mar, enseguida el avión viró y nos mantuvimos casi cuarenta minutos volando en paralelo a los Pirineos. A tramos las nubes impedían ver el suelo, pero cuando estas se despejaban se veían los primeros tintineos de las luces encendiéndose en los pueblos y ciudades que sobrevolamos. Fui capaz de adivinar Lérida, Zaragoza e incluso Pamplona, algunos ríos, y pantanos…
Desde ahí arriba siempre pienso que si Dios hizo este mundo sin ensayo previo, le salió muy bien. Aunque haya hombres que se empeñen en destrozarlo, y pese a las imperfecciones y dificultades de la vida, este mundo es magnífico.
Y todos nosotros podemos llegar a ser creadores de cosas muy buenas y muy bellas. No tienes más que mirar a tu interior y ver qué te inspira, qué deseas. En ese momento, te sentirás impulsado de verdad a hacer lo que sea para alcanzar tu objetivo. No necesitarás preguntar cómo… simplemente, lo harás.
Cuentan que al término de un concierto, una mujer se acercó hasta el violista austriaco Fritz Kreider y le dijo: “Daría mi vida por tocar como usted”, a lo que el Kreider contestó: “Yo lo hice”.
Así que ya sabes… Si quieres ser creativo, empieza mirando a tu interior, a ver qué potencia tienes. Y luego… déjate la vida en ello. ¿Qué es cansado?… ¡Claro! Pero también Dios descansó 😉