Esta última semana antes del parón de la Semana Santa me he movido mucho. He estado en San Sebastián, Bilbao, Vitoria, Barcelona y Valencia. Una de las sesiones fue en un servicio médico de un Hospital. En la puerta principal me esperaba el delegado comercial que organizaba la jornada. Recorrimos varios pasillos y nos metimos en un enorme ascensor.
Entraron seis personas más. Todos vestidos de sanitarios. Quizá médicos, quizá enfermeras. No se dijeron ni una palabra. Cada uno fue saliendo en su planta correspondiente pero nadie dijo nada.
Cuando terminamos la sesión fuimos al parking de tierra donde habíamos aparcado el coche. Por allí vagaban unos cuantos perros que se frotaban unos con otros olisqueándose y revolcándose juntos por el suelo. Y pensé… ¡qué diferencia! Si en aquel ascensor en vez de personas hubieran entrado perros, se hubieran ladrado, olisqueado, gruñido y refregado unos con otros. Pero mira cómo nos acabamos comportando los humanos…
Ahora que vas a estar unos días de vacaciones ¿por qué no tomas la determinación de permanecer abierto a los demás? A la gente con la que convives. Olisquea hoy a todo el que pase a tu lado. No les cierres la puerta.
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Magnífica reflexión, como siempre.