Este lunes a mediodía volé desde Madrid a Badajoz, donde tenía que impartir una sesión en el Hospital Infanta Cristina. El día era claro y desde la ventanilla del CRJ200 de Iberia pude disfrutar contemplando la inmensa y hermosa dehesa extremeña. La sucesión de tierras de cultivo de distintas tonalidades convertía la visión en algo especialmente bello.
Me acordé que una vez escuché una entrevista a un agricultor que había ganado el concurso al mejor maíz del año. Llevaba años seguidos consiguiendo ese premio y todos querían conocer su secreto. El agricultor confesó que el premio no tenía mucho mérito, porque él compartía su semilla con todos los agricultores que tenían campos colindantes al suyo. Que quizá él ponía algo más de interés, pero nada más…
– Pero ¿por qué comparte su mejor semilla de maíz con sus vecinos?; si usted también compite con ellos año tras año ¡algún día le ganarán! – preguntó el periodista.
– Verá usted –contestó el agricultor- el viento lleva el polen del maíz maduro de un campo a otro. Si mis vecinos cultivaran un maíz de peor calidad que el mío, la polinización cruzada haría que la calidad del mío cayera año tras año. Si voy a sembrar buen maíz, debo ayudar a que mi vecino también lo haga. Aunque sólo sea por el bien de mi maíz.
Y en la vida ocurre algo parecido. Si queremos lograr el éxito, es imprescindible ayudar a que nuestros vecinos también tengan éxito. Si queremos vivir bien, tenemos que ayudar a otros para que vivan bien. Si queremos ser felices, tenemos que mostrar el camino de la felicidad a los demás porque el bienestar y el desarrollo de cada uno de nosotros se encuentra unido al de todos.
Por eso, haz algo para que todos aquellos que pasen a tu lado estos días, vivan un poco mejor, aunque sólo sea por unos minutos. Seguro que notas en ti la diferencia.