El pasado fin de semana, se celebró en el IESE la primera edición del curso Me&You LeadingBalance Forward. Ayudamos –o al menos intentamos ayudar- a una treintena de matrimonios a construir un poco más fuerte su amor y su relación.
En los vuelos de vuelta a casa, el sábado por la noche, me acordé de un cuento que mi amigo Juan, de Valencia, preparó para unos amigos suyos (Quique y Katia) que se casaron hace unos años:
Un viejo capitán estaba sentado en el noray del muelle de levante en El Cabañal, con su pipa y sus pensamientos cuando se le acerco un joven del lugar.
– Mi capitán, ¿qué es el amor? – Le pregunto
– El amor – contestó – es algo que no se puede definir ni encasillar ¿Si quieres, puedo decirte lo que siento por mi mujer?
– Si, por favor – contestó el romántico joven.
El viejo marino se levantó y caminó hacia una playa cercana. Cuando estuvo en la orilla se detuvo y con un palito hizo dos puntos en la moldeable arena de la orilla y dijo:
– El amor que siento por mi mujer es proporcional a la distancia entre estos dos puntos.
– Pero entonces – empezó a hablar el muchacho – debe usted de querer muy poco a su mujer. La distancia que hay entre esos dos puntos es de apenas un paso.
– Las distancias en una esfera, como esfera es el planeta tierra, pueden medirse en ambas direcciones – repuso el viejo marinero – Y el amor que yo siento por mi mujer es tan grande como la distancia que hay desde este punto hasta el otro rodeando todo el planeta tierra.
Y el joven replicó:
– Mi capitán, si tanto quiere usted a su mujer, que su amor rodea a todo el planeta ¿por qué su amor no traza una circunferencia completa? ¿por qué hay ese espacio entre los dos puntos?
– Querido muchacho, ese espacio sirve para mañana, quererla un poco más.